Caminando entre farsantes
llena de enorme esperanza
cubierta de gallardía
mi vida sigue su marcha.
Los cardos en el camino
jamás su fuerza amilanan
y siempre con porte altivo
y con alma de templaria,
caminando entre farsantes
mi vida sigue su marcha.
Corre en mis venas la sangre
de aquellas antiguas razas
que me legaron el ímpetu
de Diriangén y Atahualpa.
La pelea no rehuyo
ni tengo miedo a la parca,
soy lo mismo que pantera
que campea en mis montañas;
corre en mis venas la sangre
de Diriangén y Atahualpa.
El valor y los principios
son de mi frente su tiara
y llevándolos con honra
serán siempre mi coraza.
Desde niño me enseñaron
la virtud de la templanza,
a ser hombre verdadero
y conservar ésta máxima:
El valor y los principios
serán siempre mi coraza.
Al destino no le temo
supero siempre sus trampas
porque llevo el estoicismo
que bizarría resguarda.
Es la existencia pradera
donde el que no laza ataja
y siempre pongo cuidado
donde se posan mis plantas;
al destino no le temo,
supero siempre sus trampas.
Para enfrentar con arrojo
la falsedad que nos daña
destruyo sin miramientos
de las mentiras sus aspas.
En mis actos yo conservo
el don de la gran confianza
que me brinda los vigores
que me sirven de muralla
para enfrentar con arrojos
de las mentiras sus aspas.
Siempre he logrado vencer
esa envidia putrefacta
que viene siempre vestida
de iniquidad y de infamia.
Mi triunfo siempre consigo
con voluntad, que es mi capa;
y con la fe inquebrantable
que llevo siempre en el alma
siempre he logrado vencer
la iniquidad y la infamia.
Por eso al fin de mi tiempo
pienso gané la batalla
porque llenas de experiencias
mis horas tranquilas pasan.
Aprendí con duros golpes
a conocer gente falsa
y no me dejo engañar
por una sonriente cara,
por eso al fin de mi tiempo
pienso gané la batalla.
Autor: Aníbal Rodríguez.