Yo, que he visto
mis lágrimas, serpentear
el cuello de mis camisas,
rodar cabello abajo,
abrazar médulas, ser río,
germinar en nada, y las he visto
poblar mis tuétanos y mis huesos.
La sangre me ha recorrido
libremente todas las venas,
hasta saciarse, hasta multiplicarse
como trozos de pan, allá sola,
en las profundidades.
Circular quedamente, los órganos,
como un aullido tubular en mitad
de la nada.
Como arabescos sinuosos
deslizarse sobre montes orgánicos,
disfrazarse de mentones vacíos,
ocupar las mandíbulas sucesoras.
Sangre, lágrimas, siamesas esenciales
pronosticando tempestades, tormentas
aplazadas que surgen del libre fuego.
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