Tristeza inexorable
de cosas que me pasan,
del viento entre mis nubes,
mis culpas, mis desgracias,
en cielos de naftalina,
de soles y de torcazas
que volaban desde lejos
cuando nadie las llamaba,
encontrándome al pasar
la esperanza que llevo
de ese fuego incandescente
que me calienta sin pausa.
Depresión tan retorcida
que viene a hacer el rescate
con demasiada alegría
sin que me caiga en la trampa
que se encuentra en las cenizas
que quedaron en la plaza
cuando el fuego era tan fuerte
que sus llamas nos quemaban
con solo tocar tu piel
estremeciendo mis fibras
en fogatas verdaderas
que lloraban con mil rabias
hasta dormirme sin fe.