Sólo mirar al cielo
para ver nubarrones de tormenta.
Van poblando los espacios límpios
de la bóveda celeste.
En un instante el viento los agita
y parece que es entonces
cuando llega el momento.
Despiertan rayos y truenos
y comienza a a caer la densa lluvia;
que podría o no provocar una catástrofe.
Después, en algún momento,
llegará la calma y seguramente la vida vuelva a florecer.
¿Podrémos ver esas flores?
... Sólo Dios lo sabe.
Jorge Horacio Richino
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