El olor a parrilla chamuscada
se mezcla y confunde
con el olor nauseabundo
de las carnes putrefactas
a mi alrededor partes de cuerpos
pedazos de cadáveres disueltos en la tierra
y el sonido ensordecedor de las metrallas
la lluvia incesante
de granadas fragmentarias
el estallido de voces y explosiones
y los gritos de terror de moribundos.
Todo me recuerda a los infiernos
hasta el tarareo de tonadas taciturnas
hasta el criqueo de ignaros grillos
me producen ansiedades, nerviosismos,
inquietudes y temores.
De día
hay que sumergirse en las trincheras
de noche
hay que disparar estando a ciegas
y no hay descanso...
ni siquiera cuando duermes
y no hay sosiego
ni siquiera en el descanso.
Tener al lado algún cadáver descompuesto
por varios soles con sus lunas inocentes
es despiadado
es un destino ciertamente despiadado.
Así es la vida del soldado en la batalla
tener la muerte como escudo en la trinchera
tener la vida como un bono que se acaba
pensar en nada
sentir la nada
volverse... nada.