Volviéndome a tus ojos un extraño
obré con nuestro amor inconsecuente
y tarde y con plegarias, ya tu ausente,
suplico me perdones tanto daño.
Tras lágrimas y rezos de ermitaño
soporto mi dolor amargamente
y en vida penitencio interiormente
la falta que causó tu desengaño.
Marchaste de mi lado sin demora
dejándome un espíritu de asceta
después de colocarme esta sotana.
Un sayo de ocre tono visto ahora,
el hábito de un triste anacoreta
sin ver, detrás de ti, ningún mañana.