En pétalos de verde azul marino,
abiertos al encuentro más salvaje,
eleva su proyecto el arquetipo;
la obra más sagrada y fascinante.
Su cuerpo son las ganas de volar,
porque la vida siga y nunca pare,
dotada de un encanto natural
despierta solo ganas de acercarse.
El Universo todo se hace amor,
espada, dardo, flecha penetrante;
encuentros que jamás disfrutarán
los hombres que se creen más importantes.
Provista de hermosura, hasta rabiar,
primavera, mujer, azahar radiante,
hembra, cáliz de amor, obra selecta,
pistilo de los pólenes y estambres.
Allí, las radiaciones bullen, gimen,
levantan delicadas catedrales;
blusas, faldas, enaguas, arcoíris,
reclamos del espíritu y la sangre.
El viento pasa y bebe, poliniza,
se lleva, con sus manos, los corales,
propaga la fragancia de un querer
que vaga solitario por las calles.
Allí, se cuaja pan del paraíso,
se cumple con las leyes naturales,
elevan su porqué los atributos
de un existir sencillo impenetrable.
En ella se proclama la verdad,
la vida, la razón, el estandarte;
la luz que teje sola en el zaguán,
el agua y los preciosos minerales.