Hay mucha simbología entre el ajedrez y la vida,
en el ajedrez no hay enemigo pequeño,
que te pueda dar una inesperada sorpresa,
por eso es tan importante el equilibrio, el ataque y la defensa.
Nunca puedes infravalorar a ninguna pieza,
cada una tiene sus dotes y peculiaridades,
es fundamental el empatizar y observar al rival,
a veces es preferible un armisticio o una retirada.
En el ajedrez hay muchos menos peones,
que en la vida, donde la mayoría somos auxiliares,
a un fin común impuesto por nuestras necesidades,
de supervivencia, y otras más superficiales.
El que nace con piezas negras o malas cartas,
tiene menos probabilidades de solventarlas,
juega en la vida según las blancas,
ya que son las que marcan siempre las sendas.
No es lo mismo ser peón que caballo,
ni nacer oficial que para ser soldado,
el peón igual que el soldado,
siempre ha de mirar recto y atacar por el flanco.
Algunos peones,..., muy pocos,
llegan a Dama, han sorteado,
infinitos riesgos e inesperados peligros,
pero su constancia y fe les ha salvado.
Para terminar, tanto en la vida como en una partida,
normalmente no se puede decir nada hasta el desenlace,
hay que mantener la observación y tensión continua,
muchas veces el matiz, la suerte es fruto de ser persistente.