Luces repetidas
forman caminitos
sobre las ventanas
del tiempo de espera
en las horas mansas
con chicos que lloran,
y en algún parlante
la voz de una mina
repite en tres lenguas
que el vuelo se va,
que salgas corriendo
o lo perderás.
No hay sentido al caos,
nada que se mira
ni lo que se escucha
podría entenderse,
el cielo está gris
(tormenta y ollín)
y un trencito urbano
suspira al vaivén
del círculo largo
andando en el riel
con el que te lleva
al próximo andén.