Llegaba el medio día
cuando Alicia
abrió la carta de amor
la última que le escribiera
él desde tan lejos
tanto que el mundo daba vueltas
separando sus tiempos
mientras unía las almas
los deseos
esas sensaciones
que caminaban
por las piernas
subiendo al vientre
el pecho
por el cuello
a la boca en un beso
perdido
en ese cielo
azul pálido de otoño.
Alicia, leía
cómo su amado
le escribía
con palabras cargadas
del deseo más audaz
como la abrazaría
y llenaría
su cielo de estrellas.
Alicia, terminó
la lectura
intentando oler
en ese papel
al hombre lejano.
Dobló varias veces
la carta
y la escondió
entre sus pechos
mirando por la ventana
las aves en libertad
volar por el espacio
mientras las nubes
cerraban la inmensidad
que la separaba de él.