Vencido por el cansancio,
caí,
para sumergirme lentamente
en mi mundo onírico.
Desde algún lugar
del misterioso subconsciente
fluyeron las imágenes
que jugaban con mis sueños.
Atrapé,
el instante mágico envuelto en luz
cuando venías sobre una ola
vestida de blanco;
escapabas de las brumas del mar
rodeada de paz, humildad y amor.
Desde mi barca,
construida con plumas de aves marinas,
te recogí,
para curar tus heridas vivenciales.
Sobre un mar indomable,
cabalgamos;
en los lados opuestos
aparecían abismos sociales,
donde lo seres disfrazados
del orden regular de las cosas
invitaban al desenlace fatal
de nuestro encuentro.
El amor nos sorprendió,
mientras el ritmo sensual del mar,
por un tiempo,
nos envolvió
en una danza saturada de pasión,
de tormento y ternura.
Las ilusiones fantásticas se hundían
en el desconcierto de lo inesperado.
Tú y yo,
somos aves pasajeras
que cruzan el firmamento,
dejando huellas
de la existencia en este plano.
El Creador,
siempre me instruye
en mis profundos sueños
transformando mi ser.
El alegre canto de los pájaros
me invita a un nuevo despertar.
Tomé la semilla
que había sido sembrada;
dejé brotar,
paso a paso,
el árbol frondoso de nuestra existencia
con ramas adornadas
por los días felices a tu lado.