Siguiendo el halo
de tu perfume
he llegado a la corteza
de ese árbol
que nos cobijó
que nos escuchó
que nos alimentó
en ese sitio.
Y fue testigo
de que cerrara los ojos
y abriera mi alma
así como te digo.
Ni el amanecer
tuvo tanto que ver
en ese revoltijo
de vibraciones,
quemando la miel
acelerando los latidos
en las cuatro direcciones.