Recuéstate y deja que caiga otra noche
De toalla húmeda contra el piso;
Una esperada condena,
Una dolosa absolución que deje
Aún más herido al agresor
(Aquí no hay ángeles)
Temblando, sin comprender tanto arbitrio en este mundo.
Háblame de lo que cobra vida y de las vidas que se cobran,
Como si cobrar vida uno mismo fuera
Arrebatársela a algo o a alguien más allá
De nuestros huesos líquidos y móviles,
Donde acometerse de sentido supusiera una sustracción
A otros faroles mal ordenados del alumbrado.
Yo estoy esperando,
Fumándome el atardecer a cámara lenta,
Casi en reversa, como si el humo
Se hundiera en mi boca,
Recordando tu beso.
Me dejo llevar por esta imposibilidad sostenida,
Por esta carencia expuesta en mí
Cual nariz de payaso, grano de rebosante pus.
Otra vez, palpando cómo la falta genera un sobrante
Y se hunde mi cuerpo hastiado de cristales
En una remembranza oscura
Donde puedo acariciar tu nombre.
Me he vuelto el agua que se escapa vacilante
De una heladera descongelándose en pleno invierno.
Me he vuelto el haragán que siempre he sido,
Pero tan bien ocultaba con mis diligencias
Figuradamente imponderables.