Sentiré tus manos en mi pecho,
callaré mis besos mientras mimo
tus luces que ya no alumbran.
Trataré de abrir tus arrabales,
aunque fingas los fugaces ademanes
que solias poner en órbita.
Sentirás la agitación de mis nostalgias;
surcaré los cañaverales de mentiras,
mientras osada brindas tu pantomima.
El destilado álgido de tu amor nefasto
lo quemaré para sembrar otra campaña,
esperando fructífera cosecha.
¿De veras ya no llueven mis cristales
sobre aquel campo
que encontré sequío?
¡Ay amor!, se me viene al tumbo
aquel refrán de criar cuervos
y ver tus ojos arrancados.
¡Ay amor!, no es por despecho,
pero soy la muerte
que te da la vida.
¡Ay amor!, no fingas dureza
si tus letras tiemblan
por tus tercetos que no riman.
Haré planes para ausentarme;
mientras desembarque en la otra orilla,
mi pesca estará a salvo de ti.
Recuerda que alados son mis versos
y mi vida ya dio varias vueltas
mientras tu recién nacias.
Recuerda que cuando
crucificaron a Cristo,
yo había resucitado en tu cuerpo.
Sentiré tus manos en mi pecho
y tal vez encuentres migajas
taciturnas de mis años.
Recuerda que los años no se heredan
y yo dejé volar a la cigüeña
que te trajo a la vida.