La turgencia que envuelve tu cuerpo afrodisíaco
es la dulce ambrosía, néctar de ricos frutos
que como ígnea flama, despierta las ardientes
fibras de la pasión, una sed insaciable
por esos labios rojos, llenos de savia y vino,
haciéndome soñar con los pechos etéreos
de blancas azucenas y polvo de canela,
son enhiestos capullos, bruñidos con arcilla.
Desnuda eres crepúsculo de fuego y fantasía,
guardas el azabache de la noche en tu cuerpo,
recóndito, pequeño como prístina ánfora.
Nazco en ti cada noche, tus manos, mariposas
de caprichoso vuelo, construyendo universos
de impolutos recintos y de sensuales lechos.