Si te buscas por dentro
alcanzas la bondad.
Alcanzas al mismísimo Dios
con su corte celestial.
Soy sabio.
Soy sabio no por emular a Fausto
o por querer abarrotar los saberes
de un Mefistófeles harto de patrañas.
Soy sabio
porque he llegado a las esquinas
de todos mis recovecos,
he recorrido los inviernos
de la miseria que sigue el mal pensamiento.
Soy sabio
porque tras la visión de mi pequeñez
y de mi grandeza no puedo soslayar
la una contemplando la grandeza de la otra.
Esa visión se derrama hacia el otro
haciendo un paralelismo
que lo acoge con benevolencia,
la misma benevolencia que me tengo
desde que conozco mis vergüenzas.
Soy sabio porque soy bueno.
Me regocija la virtud,
me llena de margaritas los torrentes
de mis veneros, las ramblas
que bajan a pìque de despeñadero,
los regueros que de mis entrañas riegan
lo que más quiero...
El contentamiento, el deber
de lo bien hecho.
Soy sabio porque me miro de frente,
en un espejo que no tiembla
a mi paso, y que llora cuando me voy...
alejando, y digo adiós, hasta cuando...
y vuelvo, y me lanza una mueca de cristal,
que la siento caliente como una sonrisa,
y...
Soy bueno, porque antes he sido sabio.