Cuando una ciudad
se esconde en el agua,
seguro que un duende
que la ha visto
escapa,
y cuenta sus cosas
que llegan al alma.
Mandisoví, la Vieja,
la colonial, la austera,
de raigambre charrúa,
ciudad y lanza,
se remonta a lo lejos.
Nace y muere.
Muere y nace.
La devastan los portugueses.
Renace.
Ahora yace bajo el agua.
Quieta.
Descansan las aulas,
y en la antigua iglesia habitan las algas.
Y el tala, el ceibo y el sauce,
proyectan sus sombras
móviles de agua.
Cantan los zorzales
mientras cae la tarde,
sombras fugitivas.
!Sólo son de agua!
Federación la Nueva
inaugura sus calles.
Las casas, la iglesia,
la escuela y la plaza.
Atrás
muere Federación la Vieja,
y la otra renace.
Continuidad, nostalgia.
Hay vida en el agua.
Sus gotas escapan,
salpican,
germinan en grandes cascadas.
Ciudad bajo el agua,
borrosa, lejana,
tan llena de encanto.
Postal pueblerina
del siglo pasado.
Ciudad bajo el agua,
quisiera recorrer tus calles
una vez mas.
(La Ciudad de Federación fue inundada para construir una obra arquitectónica,
y se construyó la otra Federación, la Nueva).