Me alimento del recuerdo introspectivo
del delirio entre sus sábanas,
y no vivo
porque muero si es esquivo
el latido arrebatado de su pecho.
Y es febril el adjetivo
que bautiza a la pasión en esta ausencia,
extravío corrosivo
por anhelos desairados
y caprichos que se vuelven adictivos.
Más no puedo mantenerme indiferente
al impulso sensitivo,
al estímulo afectivo,
a las ansias litigiosas
por rozarnos piel con piel
en encuentros clandestinos y furtivos.
Y se esfuma mi objetivo
si no logra la memoria
convertir en sustantivo
lo que evoca en cada sueño,
manteniéndome cautivo
del deseo posesivo
por gozar de su presencia,
por amar sin paliativos.