Cuando en medio de la algarabía
te encuentras con tus cuentas exhaustas,
el hambre acuciando tus entrañas,
rotas las cuerdas de tu lira,
te darás cuenta de que la vida no te lleva,
te arrastra hacia abismos insondables
de la depresión y el miedo.
Cuando el amor para vos
es un sentimiento desconocido
y el día se hace noche
vencido por la oscuridad maquiavélica
de un destino incomprensible,
y a eso le agregas una pandemia
implacable que no discrimina,
tus fuerzas aflojan y crees que esto es el fin
sabrás por lo tanto que ha llegado la hora
de sentarse y observar el futuro con sensatez,
cautela, sabiduría y madurez.
Hay que recordar que los habitantes
del mundo han superado
plagas, guerras, diluvios, huracanes,
terremotos y tsunamis
y tú con la ayuda de Dios,
también puedes hacerlo.
Entonces verás al final del túnel tenebroso
que te envuelve, un punto iluminado,
es la esperanza, te aferrarás a ella
y con esfuerzo has de pararte y te dirás
“hay que seguir caminando”
¿Hacia dónde? ¡Hacia adelante!