SE ASUSTAN DE MI
Los hombres se enamoran y luego se asustan de mi
Primero juegan a seducirme, enamorarme, poseerme,
pero luego, cuando les abro mi alma, les muestro mi libertad
cada página de vida sin vergüenza,
con toda mi historia de cielos e infiernos
de murallas destruidas, de laberintos sorteados con éxito
de caminos rectos recorridos a pie
de curvas transitadas a rodillas ensangrentadas
Cuando le muestro mis siete clavos y mis heridas coaguladas
Cuando los llevo al paraíso y les muestro las puertas del infierno
Cuando les ofrezco como un manjar de Dioses mi cuerpo
estaqueado con rayos de soles o los emborracho con el sudor de mi piel,
mi elixir o el vino bordó que destilan mis labios
Cuando mi cuerpo en cruz les muestra cada punto cardinal, cada constelación
como una carta geográfica que los llevará a la ciudad perdida del deseo
mi propia Atlántida ardiendo de pecados en la zona más austral de mi cuerpo
Cuando lo tienen todo de mi sin medida ni mentiras, sin silencios ni ocultamientos
Cuando ven que me suicido con plena sinceridad frente a sus ojos asombrados
aun pensando que voy a perderlos
Los hombres, esos, que se enamoraron, aquellos, que fueron amados amantes
los que jamás podrían abrirse las venas y mostrarse por dentro
y ofrecerme ni siquiera sus mentiras más fútiles
Se asustan de mí y huyen como pequeños animalitos atemorizados
por una tormenta o el alarido de un fusil o temor a ser descubiertos
detrás del oscuro follaje de sus miedos, de su cobardía
de no poder ser tan trasparentes o por su terror de ser juzgados
Ellos no saben, no comprenden
que una inocente pecadora no se erige en juez nunca
ellos no saben no entienden que yo me abro, me descuartizo frente a sus ojos
no para que ellos se inmolen, si no para que sepan
que en mí esos miedos no existen porque yo ya me juzgué,
condené y me perdoné y absolví de todo pecado terrenal
dejando a Dios el único derecho a juzgar si merezco el infierno
o descansar de rodillas a sus pies
Lo que les ofrezco con mi cuerpo y mi alma es esta mujer que soy,
ángel caído del cielo y expatriado del infierno en busca
de un solo reino, su cuerpo y su alma misericordiosa
un lugar donde dormirme con el sonido de su voz donde mi único Dios sea él,
él hombre atrevido que se juegue todo por amarme
Pero los hombres, se asustan y huyen de mí porque huyen de ellos mismos
y del espejo donde miran sus aciertos, pocos, y sus miserias, muchas,
que no pueden asumir, mucho menos perdonar.
Se asustan de ver en mi su inalcanzable paraíso y su tan temido infierno
Ángela Grigera Moreno
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