DESPUÉS DE ÉL, NINGÚN HOMBRE
Me comió el corazón a dentelladas
Se sació de él con el deleite
con que se disfruta un manjar
Sus ojos famélicos comían mi desnudez
Labios húmedos de lubricidad
se abrían mostrando sus dientes
coronando su sonrisa lujuriosa
Mi carne temblaba frente a su deseo pecador
pero, no importaba ni mi corazón desgarrado
ni mi cuerpo, juguete de sus instintos
más bajos y depravados si sus manos
irrumpían en mis cavernas y lograba que mi sangre
fluyera en las venas como cataratas rojas de líquido
hirviente y desbordado golpeando el resto
de las cavidades de mi músculo cardíaco
Presa de su peculiar forma de poseerme
dejaba que sus instintos animales me dominaran
sin que me afectara que después de él,
ningún hombre pudiera rescatarme del infierno
de mi adicción a su piel, su olor, su respiración
de lobo nocturno y su egoísmo de solo complacerse
con cada partícula de mi cuerpo mientras yo era
sumisa marioneta sin voluntad, desaguándose entre sus piernas.
Ángela Grigera Moreno
Derechos Reservados