Miré las golondrinas volar por la pradera,
y vi las mariposas, posarse en el rosal;
mas nunca lucirían, la gracia sin igual,
que tiene tu ternura, de mística hechicera.
Sentí por la mañana la luz de primavera
que brilla en las espigas doradas del trigal;
mas vi que carecían de esencia angelical,
que tiene tu sonrisa, que nada la supera.
¡Por eso si me cubren las sombras del hastío,
o llenan mis momentos los días sin fulgor;
recuerdo que tu aliento conserva gran rocío
que ofrece con su aroma, la cura del dolor;
y pienso en tus caricias, que son fluyente río
que brinda con sus aguas, la copa del amor!
Autor: Aníbal Rodríguez.