Cuando miro a la Luna en las noches de oscuridad infinita, con la intensidad del brillo de las estrellas y el silencio de las penumbra del vacío que inunda mi corazón, aparece una luz pura que llena cada rincón de mi alma perdida.
Una luz que irradia densidad cósmica.
Una luz que nace del caos.
Una luz que puede alumbrar cada espacio inalcanzable.
Una luz que yace en el interior de su cuerpo.
Una luz que transforma un alma enferma de tristeza a un alma curada
de felicidad.
Pero... ¿Qué pasa cuando esa alma que tanto anhelas no te pertenece y que aun así, causa en ti un gran afecto?
Se convierte en sombra, que poco a poco va consumiendo la oscuridad.
En una sombra inalcanzable para el corazón sufrido.
En una sombra que con el paso del tiempo se convierte en recuerdo.
En una sombra al rechazo del destino evitando un encuentro.
En una sombra sin roce alguno al afecto de aquella alma atormentada por la conspiración del universo.
¿Será aquí cuando dicen que estamos condenados a vagar por el mundo en busca de aquella alma convertida en luz y sombra?