Cierto día la conocí y ya la adoraba,
pero era ajena y además era preciosa,
a uno lo amaba y a otro lo engañaba,
pero para mí, ella siempre fue mi Diosa.
Mientras que uno la llenaba de flores,
en su tormentoso hogar el otro la torturaba,
pero así la amé, yo curé su honda herida,
y ante sus pies me rendí, a curar yo sus dolores.
Fue un amor tierno y a la vez pagano,
fue de esos amores, que nos llevan a la muerte,
pero allí vamos los dos, cogidos de la mano,
buscando en cada tarde, tener la mejor suerte.
Tendré que olvidar pronto, esta nueva ilusión,
aunque viva en mí, un tormentoso vacío.
dime tu buen Señor ¡oh! Dios del perdón,
si debo dejarlo, aunque es duro este martirio.
Soy pecador Señor y toda la culpa es mía
por amarla siendo ajena, sé que amarla es pecado
pero aun así la sigo con pasión amando todavía...
pues mi corazón continua de ella muy enamorado.
Si nos engañaba a los dos, ella era muy necia,
por eso de mi corazón hoy tiene su gran castigo,
y mi corazón despiadado, hoy la mira y la desprecia.
pues aunque yo tanto la amé, ahora yo lo maldigo.