Vas y vienes,
y te vas, y en el silencio que dejas,
entre medias, enciendo la luz de espera
del que espera
anhelando a quien no vuelve,
pero aguarda.
La he pintado del verde dulzón
de la esperanza,
aunque no me queda claro si con tino,
la he buscado y no aparece,
y siendo la última de mis pertenencias,
creo que, por esa regla,
debe hacer ya
que me perdí a mí también en tu añoranza.
Me tocará esperarte entonces
abrazada al desespero.
Ese que, en contrapartida,
cuando la estela de tu olor deja mi cama,
es el primero que amanece compasivo
y me inunda con su sombra la almohada.
Cubriré de un blanco velo ceniciento
el cajón de tu recuerdo en esta casa,
y llenaré el silencio que dejas,
entre medias, con el repiquetear
de la lluvia en la mañana.
Me sentaré con la taza del café amargo
de memoria a olvidarte en el alféizar
de olvidar de mi ventana.
Otro día, si es que vuelves, cuando vuelvas,
y otro día, si te cansas, que te vayas,
el silencio estará lleno de aguaceros,
de su olor y de su danza apaciguada,
y no sé si desespero pero espero,
que del verde petricor de otra esperanza.
Luz De Gas