Yo te soñaba a menudo,
día y noche, todo el tiempo;
y era algo tan intenso,
tan sublime y tan profundo,
que no lograba olvidarte
ni por un solo segundo.
Y soñaba con tu risa:
un manojo de dulzura;
con tu bella cabellera,
con tus manos, tu cintura...
Y de repente la brisa
me traía tu figura.
Pero soñar no bastaba.
Yo anhelaba mucho más.
Deseaba tomar tus manos
y abrazarte con ternura;
decirte, ¡qué bella estás!...
Pero el sueño se apagaba,
era inútil, era en vano.
Así transcurrió mi mundo.
Mis oníricos deseos
simplemente se esfumaron,
se volvieron ansias locas.
Y me entristece saber
que jamás podré tenerte;
y que nunca, nunca, nunca,
yo podré besar tu boca.
Iván Núñez Antequera
Noviembre 2020