Mi niña llorona,
entonas la canción de día;
tranquila llega la noche,
a tus rubores de melancolía.
Mi niña de matices tristes,
grisácea de porfías;
sombrío aire respira tu tabique,
que trasluces como cristalizada,
-entre suspiros- a alguien extinguirse.
Mi niña bien vestida de lana,
manta de polillas irse en vuelo;
ovejero soy que ladra sin rebaño,
clamando un avecilla para tus ramas.
Mi niña de cuentos de fábula,
fogata incendiaria de bosques;
acampa aquí esta noche,
acampa aquí hasta la mañana.
Ay, mi niña celeste,
de pestañas blancas,
y aromas campestres.
Ay, mi niña venerada,
ojalá tú existieras;
ojalá tú amaras.
Ay, mi niña estatua,
muda y fría piedra;
¡ojalá tú amaras!,
ojalá el vivir te quisiera.
Ay, mi niña soñada;
ojalá tú no fueras,
ojalá tú amaras;
ay, mi niña de lágrimas,
ojalá no fueras quien se muere.
Ay, mi niña ártica;
ojalá fueras providente,
y el sol te quemara;
ojalá tú revivas,
ojalá tú amaras.