Edel Vicente González Pérez

Tocar el cielo

Ese mágico beso,

de la primera vez

arriba a tu alma

y dice lo que nunca

una palabra de amor

en alas de paloma blanca

tan quedito pronunció.

 

Es la chispa que pondera

a la llama ardiente

que no desaparece

y al octavo giro al sol,

con fuerza perdura

y nunca muere.

 

Es la gota de rocío

a diario, en la hoja verde,

la palabra en el oído,

la mirada cómplice;

es así de fácil abrazar el cielo

cada día y para siempre.

 

Se deshace en alaridos

la acechante rutina;

no cabe entre las manos

que dan agua al dominó,

ni entre las almas entrelazadas

sentadas en el sofá

debatiendo las escenas

después del peliculón.

 

Fue breve la primera vez,

cálido y casi a hurtadillas,

tierno para almas longevas,

insatisfechas y anhelantes.

 

El beso, volvió a por más

y se quedó en las mañanas,

en las llegadas,

en las despedidas,

se quedó en la cocina,

correteó por el salón

y se multiplicó en la cama.