Fátima Aranda

Al tuyo, al mío

Hoy el sol salió de nuevo

a iluminar la mañana,

pero a ti no te calienta,

ni te besa, ni te abraza,

quizá otros soles, otros rayos,

otro calor, otra flama. 

El mar no paró sus olas,

ni su espuma, ni sus aguas,

sigue el vaivén infinito

de ir y venir en la playa,

pero tú ya no lo hueles,

ni te moja, ni te calma,

otros mares rozarán

lo que cubrió tus entrañas,

no sé si piel esta vez, si efímera,

eterna, mudada,

nadie sabe qué materia

ni vuelve para contarla. 

El viento corre a decir en susurros,

bocanadas, trae llevando las noticias,

pero a ti ya no te alcanza,

no te cuenta lo que sabe,

no te encuentra en tu ventana,

busca en el zaguán abierto,

y en la puerta, y en la entrada,

alguien le ha dicho “no está,

ya no vive en esta casa,

ni en el pueblo, ni en el monte,

ni en la sierra anaranjada,

el verano se lo lleva como quien

lleva una hermana,

lo ha cogido de la mano

y ahora mora en la alborada,

el alba se lo ha quedado

para alumbrar la cañada.”

Tu sillón te echa de menos,

queda a merced de su ama,

lo que ayer era fecundo

yace yermo en la explanada.

Ve como viniste al tiempo,

sin pesares y sin cargas,

ya llenaste al que se queda

con memorias, flores, galas,

con pena a veces impuesta

por avatares, albures,

típicos cambios de trama.

El vivir es lo que tiene,

se vive con tantas ganas

que cuando se acaba el tiempo

nadie se sube a la barca,

el barquero nos obliga

y además, hay que pagarla.

Puede que en el devenir del tiempo,

en otro mundo, otra raza,

nos volvamos a encontrar,

sin hueso, carne, ni cuerpo,

penas, ni dolor, ni sed,

sólo luz, sentido y alma.

Luz De Gas