Florecen esplendentes esas rosas
que un día tu sembraste en mi sendero;
con ese amor de madre tan sincero
que ofrece sus esencias primorosas.
Detrás de tus sonrisas tan hermosas
guardabase de luz un gran lucero,
que fuera el más grandioso pebetero
con auras magistrales y gloriosas.
Aún en mi existencia están presentes
los gestos y palabras que dijiste,
con esos tonos dulces y sonrientes
que siempre a tus consejos imprimiste;
sembrando en nuestras almas las simientes
de amor y de bondad, que tu nos diste.
Autor: Aníbal Rodríguez.