Me quedé en silencio mirando el sol desaparecer al horizonte.
El viento era fuerte, un tanto frío. Movía sin piedad los árboles que encontraba a su paso.
Las estrellas se dejaban ver, al igual que la luna llena. Mientras más calaba el sol, más se hacían presente.
Las nubes a lo lejos parecían estáticas, suspendidas en el aire.
El naranja se iba convirtiendo en rojo intenso, dando un toque cálido y mágico al ambiente.
A lo lejos se escuchaba el canto de algún ave solitaria que despedía el día, mientras los rumores nocturnos se despertaban.
La luz daba paso a las tinieblas. El ciclo que se repite. Vida y muerte se dan el cambio en un círculo sempiterno.
Solo soy un mínimo fragmento en un universo inmenso. Un granito de arena en la playa intensa de la creación.
Miro, admiro, contemplo, suspiro.
Dentro de poco levantaré el vuelo. Iré ligero de equipaje para poder remontar alto. Tan alto cuanto pueda. No será fácil al comienzo, lo sé. Quizás algunas veces caeré, me levantaré y jamás perderé la confianza en mí. Serás mi apoyo, amor de mi vida, como yo seré el tuyo. Juntos forjando un solo destino.
Me acompañará mi pluma, en el que quiero sea un largo viaje. Ella será lanza afilada que destruya y construya. Canal donde fluyan las letras de mi existencia, de tu vivir, de nuestra historia.
Y en una playa solitaria, al final del camino daré gracias a la vida por haberte tenido conmigo.