Ten cuidado con lo que miras.
Esto que describo es un sucedáneo de la lluvia de Guernica,
de Hirosima, de Cabra, y de tantos otros nefastos escenarios
donde el horror horadó ad aeternum la conciencia histórica
de tantos pueblos, de tantos seres que atónitos, con miles de
muecas brotando de sus rostros y a la postre grabadas en el cutis,
fueron masacrados de castigo por un \"venerable\" dios, que tuvo
a bien derramarles el pecado original como aceite hirviendo
sobre sus maltrechos cuerpos.
Es el aroma de un jabón que cual perla en su concha desprende
para eclipsar cualquier hedor, cualquier atrevimiento que ose sacar
pecho frente al orden psicológico establecido, al estatu quo impuesto
a fuego lento desde que las primeras luces hirieron tus pupilas.
Hablo de ese goteo constante de idas y venidas; destellos que tratan
de allanar cualquier desnivel que el camino de la vida describa en su
devanarse diario.
Hablo de las olas que siguiendo las rutas neurálgicas de ese tu cielo,
aquel que encierra tu cráneo, llegan a tu conciencia para que apliques
aquello que conviene a tu danzar cotidiano.
Hablo de los pensamientos que te vienen cuando vas contramano,
y que persisten con la esperanza de que desvíes la senda, de que si
te agachas a lo que ordenan te organizarán una fiesta de endorfinas,
cuando es lo contrario.
Hablo de los pensamientos que emisarios de la mente intentan que no
le hagas trabajar en vano, que no le quiebres la cabeza...
A modo de apostilla doy paso a unos pequeños versos.
Tienes creencias en las que no crees,
tienes riendas que apenas gobiernas
porque el caballo de cuyo cuello pende
no posees, de él no dependes,
te viene dado por un mayoral
del que no cuentas paradero,
un lodazal de intrincado barro
en el que moverte no puedes,
del que zafarte sueñas
hasta ser tú mismo, y no otro.
Quieres ser libre, sin cadenas.
Quieres ser tú, y tus defectos.
Pon coraza a esos pensamientos.
No son tuyos, son puestos.