𝗦 𝗔 𝗡 𝗧 𝗢 . . .
Esto tiene que acabar
abandonar el traje de guerrero de tempestad.
Fuimos bengalas.
Fuimos dagas.
Fuimos flores.
Fuimos libros.
No hicimos mas que masticar tinieblas entre dientes, abrazarnos con manos de humo.
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Esgrimimos bengalas desbordadas de gritos, hombres innombrables infectados de agonía, escrúpulos líquidos, principios rapaces que arrojan su sonido a la sombra.
Mundo sacudido por la soberbia de la sabiduría.
Crueldad de la idiotez.
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Encendimos nuestras dagas, no hay limites para los espacios de la sangre que se esparce en la sábana como orgasmo de desamor, apolillan siestas eternas sin sentido.
Solo quedan en la fiesta cuerpos a la espera de sepultura.
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¿ Es el ocaso el preámbulo de la desolación?
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Intentamos, sin embargo, perpetuarnos inocentes con flores en las manos, blandiendo, tímidamente ilusiones mal nacidas, como una limpieza luego de la devastación.
Ni los garfios del odio pueden con el porfiado corazón.
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Y el silencio que cobijan los libros. No nos permiten mas que contar lo vergonzante de la historia.
Una concomitante fábula de dolor moral.
Tintas mal zurcidas concebidas al calor pecado original.
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Amamos... Si amamos la muerte.
Amamos sin dejar de ser el niño que le quita la cabeza a sus juguetes,
que le quita el rabo a las lombrices.
Niño que no deja de pensarse como ser diabólicamente santo.
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Anton C. Faya - Berisso- Argentina
Foto: Camila Quintero Franco