Las llegada de la excavadora ha sido como liberar a unos fantasmas de sus inquilinos.
Su pala penetra entre nuestro odio en estas cuevas donde falta el pan, la alegría, la solidaridad; y donde la enemistad vecinal ha terminado saludando al derribo de las propias viviendas. Perder la casa es un símbolo de paz. Por eso más de un propietario anima a que derriben todas. Entre nosotros hay que les da igual que las tiren o que no. Menos son las que las defienden. Si lo hacen es porque son los fuertes de este territorio de vasallaje, y en otro lugar no podrán hacerlo. Así que caigan todos los techos como los muertos. Pero los muertos no pueden ir a ninguna parte más que a la fosa común. Tenemos que estar aquí , y esto es vivir como un fantasma que vive espantado por otros fantasmas.
Otros vendrán.
Les oímos, les vemos, aunque nuestros mundos sean dimensiones diferentes. Ellos solo conocen nuestras historia de fantasmas que alguien les ha contado
Bajo están construyendo nuevas viviendas. Y las nuestras empiezan a ser derribadas
Los otros es gente que no nos comprende, y se espantan de como vivimos. Para ellos es todo culpa nuestra.
No, no aceptarán vivir con nosotros tal y como somos.
Yo llevo muchos años aquí, y he visto cosas espantosas que “los otros” no aceptarán.
Nosotros en San Antonio no éramos personas que se pudieran permitir acosarse, ser insolidarios los unos con los otros, agredirse, empujar a la caía a los abismos de la miseria de los más desdichados.
Recordar nuestra triste historia de mala convivencia, que hubo gente que por vivir aquí lo pago en vida.
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Ángel Blasco .