Escuché cantar la canción
titulada “el alcohol es el Dios
del olvido”.
Pensé,
el autor está confundido,
esto es un error de apreciación.
Vaya a una mesa, le pido,
donde asientan sus reales
bebidas de todo color,
verá que éstas no llevan
implícitas la amnesia,
al contrario, reavivan el dolor.
Ahí ha de encontrar
entre las risas y el llanto:
eternos disconformes,
que no valoran
lo que tienen;
a los amargados,
enfermos del mal de amor;
los fracasados
que no le ven sentido
a la vida;
a los perdedores
que rifaron su fortuna
por maniobrar con error;
también a los que beben
por el placer de beber.
Mal que les pese
lo que buscan, no han de hallar
entre tragos de licor.
Mal consejero es el alcohol
que lleva a sus seguidores
por caminos sin amores
des aconsejables senderos
de pecado y perdición.
Como conclusión,
entre los bebedores,
verá que, hay de todo,
lo bueno y lo malo
de la viña del Señor.
Ahora, el que quiera olvidar,
al olvido no lo busque
en el licor, porque éste,
de todos los remedios,
es el peor.