Al son de morteros,
en tardes perdidas
de letales heridas,
valientes guerreros
lucharon cansinos
en viejos caminos,
y, allá en la ciudad,
nacientes alevinos
clamaban libertad.
¡Oh las orlas divinas
de los estandartes
en los talabartes,
que de adamantinas
corazas servían
para los que pedían,
con verdad, autonomía,
a los que ésta herían,
exigiendo su ahorría!
¡Oh valientes soldados
de sangre guerrera,
tras de aquella trinchera,
con morteros cargados
protegiendo la vida
en la lucha reñida,
desatada cruelmente
por el vil genocida
con afán de demente!
Recibiste las balas
del infame asesino
que segó tu destino,
mas brotaron las alas
que encendieron la lucha
de tu pueblo que escucha
tu sollozo triunfante,
como voz que con mucha
potencia clamara ¡adelante!