Con los pasos seguros,
vienes a sofocar mi hambre,
el silencio de la tarde,
comienza a electrizar
mis brazos,
que relampaguéan su dicha
por todo tu cuerpo.
Tu mirada se sienta
en las órbitas de mis ojos,
aplacando la sed
de la memoria,
que vuelve a quedar libre,
liviana de recuerdos,
para construirse
carreteras nuevas.
Tus labios avanzan
dibujando sonrisas,
y se van desvaneciendo
las defensas que te guardan;
un halo de premura
empieza a madurar su miel,
el licor cocinado por el tiempo,
nos embriaga.
Eduardo A. Bello Martínez
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