“Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso…yo no sé
que te diera por un beso”
Gustavo Adolfo Bécquer
Cual gotitas de rocío en una Margarita
sudaban sus tiernos labios de doncella
vírgenes de un roce masculino.
Los suyos a sabor de azahares
y los míos, a sudor.
Fue en el tren del medio día,
ese gusano largo que trepaba
por las hondonadas y laderas de Santander.
Tren que nos juntaba unos minutos
y nos separaba, meses.
Fue un roce fugaz y angelical
una fusión de inherencias,
una mutación espiritual.
Transcurrieron varios años
para compartir manojos de besos;
muchos años más, trabando dos vidas.
Unos creen que el tiempo es circular;
otros que es lineal;
otros que es cíclico;
y, otros que es espiral.
Lo cierto es que se esfuma
signando huellas indelebles
en quienes, aún recuerdan para sobrevivir.
Fue un beso anhelado, pero tétrico;
mustio por ser con el último suspiro
que emanaba de su cuerpo muerto.
En el primero, ella cerró los ojos
por timidez y castidad;
el postrero, fue lóbrego.
Vi como la muerte ahogaba
y abrazaba sin permiso;
la circulación de la sangre
desde sus pies de Juno
hasta la cabeza de Afrodita.
Moría en mis brazos;
sin poder evitarlo;
se esfumaba, sin mí;
solo aparcaron la gavilla de sus recuerdos
y el lozano roció de sus besos.
Intenté atrapar con mi boca
y con mi ser;
su último beso;
pero sus labios de madre, esposa y amante
ya estaban muertos.
NAURO TORRES
2.020
D.R.A.