La noche se vistió de gran señora
y el cielo floreció con resplandores;
en tanto que sus labios tentadores
me daban su ambrosía embriagadora.
Brillaban en su frente soñadora
los halos de delirios matadores;
brotando de su cuerpo los ardores
con fiebre de pasión devastadora.
Envueltos en los mantos del deseo
los dioses nos brindaron sus poderes,
que nacen con el fuego de Himeneo
y ofrecen como adorno a las mujeres;
y en medio de solemne bisbiseo
vivimos del amor sus mil placeres.
Autor: Aníbal Rodríguez.