¡Sí…! Lo confieso… confieso que he vivido.
He vivido las mañanas que afloran de sus dormidos manantiales y la lenta migración de sus luces hacia un ocaso aún más triste. He vivido entre la brisa y el sonido que saludan desde el follaje y festejan el eco de la primera alegría. Y he vivido en la espesura de las razas tutelares con la cabellera desatada y los pies libres de pisar la tierra.
¡¡Sí!! Yo lo confieso todo.
Pero, claro, usted dirá que no lo preguntaba. La vida le es ajena al corazón y la memoria. Le tuvieron que matar el alma y la tierra para parir al carcelero y su trena. Y mataron, mataron… mataron la dulce estación, la tierra fecunda, la vibración de su gente... ¡Pero no! En vano intentan arrancarme el recuerdo de la vida… Se filtrará entre las goteras, entre las grietas, entre las historias que conservarán intacta la esperanza.
Ahora, escuche. Ya lo traen por los corredores –pisadas mustias, clamor herido y el dolor renunciado al olvido de la celda triste–. ¡Compañero, tú habrás de secundar mi suerte! No se esfuerce, él le mirará fijo. También es culpable de ser libre y vivir a sus anchas.
Así que no demore y ponga por firmada mi sentencia. No bajaré la cabeza ni suplicaré clemencia. Le tengo jurada la voz a la patria. Tendrá la potestad entre estos muros, mas no sobre historia. Ya sabrá el tiempo borrar toda tu crueldad y tu vileza. No quedará huella de tu crimen y hasta las cenizas de este cuerpo se irán con el viento moribundo a acostarse en la memoria oxidada. Nosotros seremos sus últimos mártires.
Nadie volverá jamás a dibujar sus manos con sangre entre los corredores ni beberá a grandes tragos la noche más cerrada ni sorteará los prados marchitos con su flor envilecida. Con este sacrificio se quitará la afrenta que has cometido sobre la patria y quizás algún día podamos pintar con nuestra sangre, sangre viva de mil inmolaciones, el vuelo de las aves que en un sueño inspiraron la palabra “libertad”.
¡Qué lástima! Ya no siento la injuria de tu voz ni el suplicio de la tortura. Ojalá y pudieras volver a interrogarme para confesarte que sí… ¡Sí! ¡Yo he vivido!