Empezaron las lunas de Octubre con lumbre y azucenas en mis pupilas.
30 de Septiembre acular en ella tu sonrisa me es costumbre.
Breas sonoras de acacias, mi casco y el viento fueron la pieza.
Lo náutico del ocaso, combinado con la añoranza al tacto de tu cintura, formaron las curvas de mi utopía y alumbraron tu grandeza.
No es por enaltecerte, pero la comparación de la luz de esta luna es sinónimo a tu lunar ilio del que me enamore tantas veces.
Es obvio que no fue suficiente, tengo más cráteres que la superficie de ese cuerpo celeste. Inestable como viento de verano, paciente e insistente tú debes conocerme.
No dejaré de plasmarte en mi cielo por lo menos hasta acalar como Glosó Quevedo ó tu vientre.