Como en tropel por mis ojos
pasa arrolladora la vida,
devorando hambrienta las horas
que desaciertan su partida.
Más no temo un cielo negro,
ni un mundo negro y eterno,
ni la negra profundidad de la tierra,
sólo miedo; a mirar y no verlos.
El calvario no es triste,
ni triste la espera que llega,
mi sangre no es derramada,
es la misma vida que les riega.