Las prisas,
que se habían ganado su fama
a pulso,
intentaron mal aconsejarnos,
pero hacía ya rato que el suelo
nos había dado la llave
del guardarropa.
Y es que el amor es lo que tiene,
siempre accede a empujones
por la puerta de urgencias
clavándote el pomo
hasta las mismas entrañas,
mientras que tú esperas,
afanoso,
que el golpe certero
te hiera de muerte.