Les hundieron el alma desnuda
con el pesado plomo militar.
La sangre que brotó de sus pechos
¡fue como de grana un mar!
Fabricaban azúcar con sus manos
cantaban a la justicia sus bocas
y por más reclamos que hicieron
¡no hubo mejor pan sino moscas!
Mas la sufrida voz del obrero
nunca los tiranos podrán acallar
¿se podrá, acaso, al viento
su paso raudo y firme parar?