El cielo plomizo,
la noche fatal,
de ese tres de octubre
de lluvia otoñal.
Se apagan sus ojos
del azul del mar,
los míos se anegan
con la oscuridad.
Se esfuma su vida,
¿la mía? un erial,
me quedan las lágrimas,
se acabó el soñar.
Preguntas, lamentos
¿mi Dios dónde está?
¿por qué te la llevas?
atroz soledad.
Encubre su cuerpo,
un negro cendal,
mi dolor, en cambio,
nadie ocultará.
Esposo y tres hijos
en el funeral,
sin entender nada,
y hartos de llorar.
Llorar a esa imagen
de amor maternal,
grabada muy dentro
pa’la eternidad.