EL CARRETILLERO
Llegó el carretillero, acopiando viejos trebejos, que no servían.
La gente arrancaba de su alma, todo lo que en su corazón hervía.
Bellos deseos truncados, dolorosos recuerdos, amores feriados.
Inmóviles pasos, que no caminaran más, por estar… averiados.
Sin darme prisa, hice un gran rebujo de sentimientos tirados.
Ya escaseaba la feroz fuerza, de mis muslos.
Y con el ímpetu del poeta que clama desde el alma,
Sujetando con la insensible soga, que ni por error ama.
Los reduje sin compasión.
Dije…
¡Sí! Ahí está, el carretillero.
Cargado de tribulación viva.
Tan dolorosa, como una rosa blanca.
Que sobre el pecho del mejor amigo.
Llora la tragedia de su muerte.
Depositaré mi desdicha plena,
Mi peor malestar…
Juntaré mi ruina toda, que es mi tristeza.
La tristeza que me enjuaga el rostro, como torrencial lluvia.
La entregué toda, si. Toda esa tristeza,
Que me amarga las horas infelices de mi vida.
Y sin cruzar más palabras...
Le entregué al carretillero…
Todas mis tristezas.