En la escena, las palabras,
y flotando en el ambiente
los acordes melodiosos
de una música elegante.
Y comienzan a bailar
enlazados con el verbo,
en brillante circunloquio
los vocablos y los términos.
Y los pasos de esa danza
se convierten en metáforas,
donde el salto es una hipérbole
y los giros son anáforas.
Redundante bailoteo
entre nombres y adjetivos,
con un léxico que fluye
y desagua en la perífrasis.
El epíteto le toma
de la mano al sustantivo
y embebidos por el metro
califican el discurso.
De la prosa se hace glosa,
de lo lírico, lirismo,
del desastre, lo dramático,
y de lo épico, la gloria.
Y se miran a los ojos,
mientras suenan los violines,
las facundas expresiones
del locuaz vocabulario.
Ha triunfado la elocuencia
al sofoco de las notas,
y descansan la cadencia,
las palabras y la labia.