No sé de qué resurgir
de cenizas, o de lavas,
en los ojos, crecen como
flores ardientes,
y piedras dormidas, cascabeles,
flotando como enredaderas
entre los sueños truncados.
No sé qué impresión
de agua o de lluvia,
lenta, cae, inmediatamente,
a las pupilas,
como larvas de luz
entre la noche bien estanca.
No se sabe. Pues la noche
ataca desde arriba, con su estambre
oscuro, y en la frente, deja su manoseada
vida sin límite.
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