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**~Novela Corta - El Huésped Frío - Parte III~**

Sí, todo comenzó, y más aún, en el “Perabar”, en el pueblo La Verita, allí donde el señor el esposo de Martina se veían junto a su amante. Yo comencé a indagar y ser compañero de salida del señor de todas las noches en el “Perabar”. Y yo Lúcido, El Diablo, supe más que el señor tenia más de dos amantes era un “gigoló”, salía con mujeres mayores que él. Un señor de su edad. Y las amantes era mujeres pudientes, que podían mantener al hombre, pero, el hombre sí, que amaba a Martina también. Cuando en el ademán más frío de la temporada, que se llevó a cabo cuando supo que Martina lo había dejado por un tal El Diablo, y que convivián desde hace mucho tiempo juntos. El esposo lleno de pudor, rabia, celos incontrolables, y hasta lleno de iras y de miedos adyacentes se halló solo y solitario y con un desenfreno casi imperceptible de dolor y de temores inciertos, cuando no le tembló la mano, cuando tomó su calibre en las manos para hacerle pagar a mí a El Diablo, todo. Se derrumbó encima de la mesa del “Perabar”, esperando por un sólo tiempo, indagó sobre mí, un tal El Diablo, y todos le dijeron que era él su amigo el tal Lúcido. Cuando cayó en cuenta de todo, fue que no hubo tiempo para discordias ni pautas a seguir desde que el supuesto ladrón de su esposa Martina, se la llevara a convivir con él. Fue unos momentos de ira y de odio, de irracionales, y de sentimientos y emociones dadas, sin poder hallar a un culpable de ello. Cuando el esposo de Martina, se fue por el rumbo incierto, se fue como órbita que no lega y que no lía al compás de un planeta se fue como principio y no como un final mal infundado. Cuando se fue a buscar a Lúcido y no lo halló jamás en La Verita ni en el “Perabar”. Y nosotros hicimos nuestras vidas juntos, allá en las afueras de la ciudad de La Verita. Cuando en el compás del ritmo, se automatizó la gran e inesperada faena de hallar a Lúcido con Martina y con vida, y como lo peor, nunca el señor nos encontró. Cuando en su mundo no se halló ni huella de nosotros ni por los alrededores del “Perabar”, ni en La Verita. Buscó desesperadamente a su esposa Martina, pero, no halló ni dolor ni rastro ni lágrimas de ella. Yo, Lúcido, El Diablo, sólo tomé de rehén al amor y a la pasión que vivía desesperadamente con Martina, si yo la abrigué, le dí de todo lo que fuera necesario para ser feliz, y que concluyera una vindicta eminente que yo, sólo yo, Lúcido, El Diablo, había hecho por encomiendas de mi propia voluntad. Cuando sólo se enfrío el deseo y el mal recuerdo cuando sólo se encontró con el mal vivir del esposo de Martina, una vida perdida y sumergida en el alcohol, y entre mujeres exóticas de la mala vida. Si su vida fue como el dolor de Martina cuando yo la encontré llorando con lágrimas de dolor y por la infidelidad de su señor esposo, de su amor incondicional, y de su pasión indeleble. Y se electrizó su forma de ver el campo de batalla sin armas, sólo un arma y fue el calibre del señor del esposo de Martina. Cuando se llevó a cabo un duelo funesto y tan aciago y perpetrado por el señor. Si lo invadió y lo retó a hacer ese duelo desde el “Perabar”, y yo Lúcido, El Diablo, escondido entre los retablos de madera del “Perabar”, y yo, escucho borracho al esposo de Martina cuando me retó a mí, a Lúcido, o a El Diablo, que apareciera y que le diera la cara en un duelo. Y yo quedé como si conmigo no fuera. Me fui para la casa con Martina, y le conté de todo lo que quería hacer su esposo en el “Perabar”. Ambos, tanto Martina como yo, sólo quisimos dar nuestro amor como la pasión que quedó en nuestros corazones. Cuando sólo quisimos amar con nuestro amor y con la buena suerte de habernos entregado en cuerpo y alma, en nuestro lecho de amor. Cuando el duelo sólo sufrió un mal desperfecto y fue no haberse consumado como lo que pensó el señor. Cuando el duelo sólo era un mal combate en hacer morir a alguien, y eso no era posible para él, si yo, Lúcido, El Diablo, sólo quería la paz y la salvación y el renacer en cada relación de cada uno. Cuando yo, amaba a Martina más, si en el “Perabar”, debió de gritar lo que no grita el tormento de amar en un duelo tan frío como el de nosotros dos. Cuando en el sentido se abrió de par en par en el corazón y destrozando en el amanecer una cálida tormenta tan ciega como el mismo consuelo por consolar a Martina como el llanto que de ella derramó en el “Perabar”, un día. Cuando en la alborada se debió de dar un tormento de luz, como una descendente tempestad, cuando en el imperio de sus ojos dió un ocaso lleno de una fría voluntad y de una mala lluvia que derramaron sus ojos. Si en el desastre ocasionó un mal duelo entre el esposo de Martina y yo, Lúcido, El Diablo. Y me buscó y me buscó, el esposo de Martina, hasta hallar lo que nunca una casa llena de amor y de pasiones buenas que eran tan inesperadas como trascendentales, como un primor en el corazón de ella, de Martina, y el mío, por supuesto. Cuando ardió el coraje de ver el instante en que más halló lo que nunca, dos amores llenos de franqueza total y de iras insolventes y de odios inocuos. Cuando nos amamos sí, si cada uno de los dió lo máximo por envolver el corazón y más la pasión llena de ambigüedades tan claras como el agua o como el cristal. Cuando en el tiempo, sólo en el tiempo, se debió de forjar un sol en los ojos de Martina por haberla amado sí. Cuando se figuró el mal desenlace o el final de toda una vindicta tan fría como las mismas manos de Martina cuando yo la encontré así, llorosa, pálida y sin color alguno en el rostro, y la cobijé, la ayudé, y la consolé entre mis poderosos brazos. 



Continuará……………………………………………………………………………………….