Tornado en gladiador y en un auriga
se baten y galopan mis deseos
y esclavos en tu circo de apogeos
su impulso, por mis venas, se prodiga.
Tu premio de laureles me fustiga
mostrándome imperiales parpadeos,
pupilas de gigantes coliseos
pendientes de un amor que allí las siga.
Disuelves mis defensas en tu arena
cayendo en un combate de miradas
sin épicas de fieras ni de luchas.
Eterna, tu sonrisa, me encadena
clamando por alzarse, liberadas,
mis ansias de besarte, que son muchas.